¿Quién no ha pasado esa mala noche por culpa de un café tardío, unas ideas que no dejan de dar vueltas en la cabeza o ese vecino con querencia a practicar bailes de salón a las dos de la mañana? Al día siguiente, seguro que más de uno/a habréis comprobado lo molestas que pueden llegar a resultar las consecuencias: cansancio, falta de concentración y, sobre todo, irritabilidad.
Precisamente en relación a este último aspecto, acaba de salir a la luz un estudio de lo más revelador sobre cómo la falta de sueño puede llegar a aislarnos socialmente.
La revista Nature Communications publicó la semana pasada un estudio de la Universidad de California, Berkeley (EE.UU.) donde se recogen interesantes conclusiones en torno a los efectos sociales de un sueño inadecuado. Liderada por el profesor Matthew Walker, principal autor del estudio, la investigación afirma que, por un lado, la gente que experimenta sueño insuficiente son menos propensas a interactuar con los demás y, por otro lado, que estas mismas personas tienden a resultar socialmente menos atractivas para los demás.
Para llevar a cabo el estudio, se emplearon imágenes por resonancia magnética, así como diferentes tipos de evaluaciones estandarizadas para calcular el nivel de soledad de los participantes, así como tests de lo más innovadores de cara a comprobar hasta qué punto la privación del sueño se vincula con la marginación social.
Matthew Walker, principal autor del estudio
Los participantes, 18 adultos en óptimas condiciones de salud, fueron divididos en dos grupos: uno en el que los integrantes dormirían con normalidad y otro en el que se les pediría permanecer despiertos toda la noche.
Durante la primera parte del estudio, los investigadores monitorizaron la actividad cerebral de los participantes mientras se les mostraban vídeos cortos de individuos aproximándose a ellos con expresión neutral. Lo interesante de esta prueba consistía en que los participantes podían detener el vídeo cuando sintiesen que la persona del vídeo se encontraba demasiado cerca, permitiendo a los investigadores determinar los niveles de confort de los participantes en cuestiones de proximidad social. Los resultados fueron esclarecedores: las personas con privación del sueño mantenían a los sujetos del vídeo entre un 18 y un 60% más lejos que los que sí durmieron con normalidad.
Sin embargo, uno de los resultados más interesantes apareció durante el análisis de los escáneres cerebrales. Éstos revelaron cómo los sujetos privados del sueño presentan una mayor actividad en un circuito cerebral conocido como la “red de espacio cercano”, un circuito que se activa cuando detectamos una presencia humana considerada como peligrosa. Además, también se observaron menores niveles de valoración de las emociones y de profundización en uno mismo y en los demás.
“Quizás no sea coincidencia que en las últimas décadas hayamos observado un destacado aumento en los niveles de soledad a la par que un brusco descenso en la duración del sueño de la población general.” afirma Eti Ben Simon, principal autora del estudio y doctoranda en Psicología de la citada universidad.
No cabe duda de que, por muy enganchados/as que estemos a esa serie de Netflix, no sólo nuestra mente sino también nuestros amigos y familiares agradecerán que dejemos para mañana ese capitulito y rasquemos una hora más al sueño.